No tienes que amar tu cuerpo para vivir en paz con él
En mi trabajo como psicoterapeuta, muchas veces escucho un sentimiento compartido entre mujeres: la idea de que deberíamos amar nuestro cuerpo puede sentirse más como una exigencia que como un alivio. Intentar forzar una relación positiva con la imagen corporal, cuando lo que sientes es frustración o incomodidad, puede ser agotador. Si alguna vez has sentido que no logras “quererte como deberías”, déjame decirte algo: no estás sola, y no estás rota. Existe una alternativa más amable: la neutralidad corporal.
¿Qué es la neutralidad corporal?
La neutralidad corporal es una invitación a dejar de luchar contra tu cuerpo y empezar a verlo por lo que es: un aliado en tu vida, no un enemigo ni un ídolo. No se trata de amar cada parte, ni de admirar tu reflejo en el espejo todos los días, sino de vivir desde el respeto, la funcionalidad y la aceptación
Imagina que tu cuerpo es como un compañero con el que compartes el camino: no siempre lo vas a entender o a admirar, pero puedes elegir convivir con él desde un vínculo de cuidado, no desde la crítica constante.
¿Por qué puede ayudarte esta perspectiva?
1. Porque es más humana, más realista.
La neutralidad corporal reconoce que nuestras emociones hacia el cuerpo fluctúan, como cualquier otra relación. No tienes que sentirte increíble todo el tiempo para estar bien contigo.
2. Porque protege tu bienestar mental.
Cuando el foco está únicamente en cómo se ve tu cuerpo, es fácil caer en la trampa de la comparación, la culpa y la autoexigencia. Cambiar esa mirada hacia una más neutral puede reducir el estrés, la ansiedad, la vergüenza y los pensamientos obsesivos.
3. Porque te da autonomía, libertad.
Al soltar la necesidad de encajar en un estándar de belleza, recuperas tu libertad de decidir cómo cuidar tu cuerpo según tus necesidades reales, y no según expectativas externas.
¿Cómo empezar a practicar la neutralidad corporal?
Este cambio no ocurre de un día para otro, pero hay pequeños pasos que pueden abrirte el camino:
- Haz conciencia de tus pensamientos automáticos.
Presta atención a las ideas que surgen cuando te miras al espejo o eliges qué ponerte. ¿Podrías sustituir juicios duros por observaciones neutrales? - Cuestiona las creencias que has aprendido.
¿Quién dijo que necesitas cierta talla para ser valiosa o feliz? Muchas de esas ideas vienen de mensajes sociales que puedes desaprender. - Celebra momentos de libertad.
¿Comiste algo que te gusta sin culpas? ¿Te moviste por placer y no por castigo? Esos son signos de una relación más sana con tu cuerpo, son logros. - Rodéate de un entorno que te apoye.
Busca espacios donde se honre la diversidad corporal y se fomente el respeto, no la perfección. Las voces que te rodean importan. - Cultiva presencia.
El mindfulness, la respiración consciente o simplemente darte pausas para conectar con tus sensaciones puede ayudarte a habitar tu cuerpo con más tranquilidad. - Ve paso a paso.
No necesitas llegar a un “estado ideal” de amor propio. Empieza por aceptar una parte de ti, por reconocer una necesidad, por darte un descanso.
La neutralidad corporal no es resignación, es descanso. Es soltar el ideal inalcanzable para construir una relación contigo más sincera y sostenible en el tiempo. Y desde ahí, empezar a vivir con más ligereza y autenticidad.
No olvides que “tu cuerpo no es un proyecto por corregir, es un hogar que merece cuidado, incluso en los días en que no te gusta.“
En el siguiente escrito te comparto algunos ejercicios que pueden apoyarte.
Y RECUERDA que en sesiones 1.1 podemos revisar cómo es para ti, encontrando juntas diferentes formas de apoyos y una manera más funcional. Escríbeme un correo a para agendar una cita.
Psict. Marisol Santillán