BAJA EL RITMO EN LA VIDA Y BAJARÁ EL RITMO EN TU PLATO DE COMIDA.

BAJA EL RITMO EN LA VIDA Y BAJARÁ EL RITMO EN TU PLATO DE COMIDA.

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Es difícil comer con atención y conscientemente cuando tenemos un ritmo de vida acelerado, con una vida altamente competitiva y lo que esto requiere, pendientes por cubrir, tareas por terminar y en los tiempos libres, sin darnos cuenta del todo, nos encontramos ordenando, limpiando, yendo al supermercado, pagando cuentas, atendiendo hijos, etc. Inevitablemente esto se refleja también en la forma cómo comemos y lo hacemos de manera aparentemente eficiente y nos decimos “entre menos tiempo pierda comiendo, más tiempo tendré para hacer otras cosas”.  Es como estar acostumbrados a estar en modo acelerado incluso para descansar.  

No sabemos bajar el ritmo, confundimos ser productivos y eficientes con rapidez. ¿Te ha pasado que te encuentras moretones o pequeños raspones en tus brazos o piernas y nos sabes cómo paso? Esto puede ser una muestra de que haces las cosas tan rápido que no hay una verdadera consciencia de que lo estas haciendo, falta atención al momento.

Quizá esto lo aprendimos al ver que nuestros padres se molestaban con nosotros cuando éramos niños por no lograr ir a su ritmo, que seguramente era acelerado y para evitar el regaño entendimos que así debía de ser. También puede ser que durante algún momento de la vida tuvimos que ser altamente competitivos para lograr nuestras metas y es como si el chip se hubiera quedado pegado, evitando así ser criticados o derrotados.

¿Te has preguntado cuántos momentos placenteros te has perdido por ir tan rápido?

Por ejemplo, mirar con calma el cielo, descansar las piernas después de un día ajetreado, disfrutar un rico platillo desde la vista, su olor y sabor o hasta una buena carcajada por algún momento chusco. No es lo mismo hacerlo consciente que solo pasarlo rápido e ir a lo que sigue.  

¿Cuánto de esto lo hacemos para ser productivos o para quedar bien con otros y no con nosotros mismos? Vivir en modo acelerado es agotador, no crees?

Una vez que somos conscientes de esto, podemos desaprender para aprender y darnos cuenta de la presión que esto ejerce sobre nuestras conductas sin tener una verdadera razón. Y entonces podemos poner verdadera atención en lo que estamos haciendo -para qué lo hago, cómo lo estoy haciendo, me satisface o no- y entonces al escuchar esa voz que dice “corre, rápido, termina para hacer lo que sigue” detente y grítale fuerte “¡Cállate! Voy a mi propio ritmo” al hacerlo levanta tu cabeza, hecha tus hombros hacia atrás y cree en ti, tu propio ritmo te permite ir más lento, estar presente, contactar con tus emociones, con tu cuerpo y sí, también disfrutar de lo que haces. Respira un momento de forma consciente y después continúa lo que estabas haciendo, notarás la diferencia.

¿Te imaginas cómo se reflejará esto en tu forma de comer?

Al darnos cuenta de que comer es un acto que solo nos involucra a nosotros mismos, que no tenemos que hacerlo al ritmo de otros, que se vale disfrutar cada bocado, que no tenemos que comer todo lo que esta en el plato, que la comida tiene diferente sabor cuando la probamos conscientemente, en fin, que cuando comemos lo hacemos para nutrirnos con la vista, el olfato, el paladar y que es nuestro propio cuerpo el que la recibe y la digiere.

Que cuando bajamos el ritmo de la vida el plato de comida también se vive diferente, con menos juicios y más atención a lo que experimenta el cuerpo, que también es solo nuestro.

Bajar el ritmo tomará tiempo, para crear un habito nuevo se requiere tener la intención día a día para lograrlo.  Una herramienta que puede ayudar a darnos cuenta de que estamos en -modo acelerado- es pidiéndole a alguien de confianza que nos informe cuando nos vea actuando de este modo, y entonces vuelve a gritarle a esa voz: “¡Cállate! Voy a mi propio ritmo” y repite esta frase agregando lo que necesites.

“Merezco ir a mi propio ritmo, merezco darme tiempo para…”

¡baja el ritmo en tu vida, ser más consciente de ti se reflejará en tu relación con la comida y tu cuerpo te lo agradecerá!

Psict. Marisol Santillán